viernes, 17 de julio de 2009

Origen pagano de los Papas.

LOS USURPADORES DE LA IGLESIA.

Primeramente tenemos que la palabra "Papa", aparte de que no aparece en la Biblia, es incluso completamente antibíblica, ya que su empleo está terminantemente prohibido por el mismo Señor Jesús en el evangelio de Mateo 23:8, 9, donde el Señor, anticipándose al surgimiento de jerarquías entre sus discípulos, les previene diciendo:

8) Pero vosotros no queráis que os llame Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y

todos vosotros sois hermanos.

9) Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que esta

en los cielos.

El sentido de las palabras del Señor en el versículo 9, cuando dice "no llaméis padre vuestro

a nadie en la tierra", se refiere obviamente a no llamarle a alguien "padre" en el sentido espiritual.

Pues el versículo 8 anterior se está refiriendo precisamente a la prevención de jerarquías de índole

Espiritual entre los cristianos.

La palabra latina Papa, que significa "Gran Padre", tiene un trasfondo pagano religioso.

En la Roma pagana de la antigüedad existían una gran variedad de cultos pertenecientes a diversos dioses, sin embargo, había un culto que destacaba en importancia con respecto a los demás, este era el de la diosa Gíbele, la "Madre de los dioses".

Su culto era antiquísimo, pues se le ha rastreado incluso hasta el período Neolítico (edad de piedra), con una civilización matriarcal asentada en la región de Catal Hüyük, cerca de la antigua ciudad de

Iconio.

Gíbele vino a Roma desde Frigia (Asia) y los romanos la llamaban Magna Mater, la Gran Madre.

La Gran Madre , por otro lado, tenía también un consorte, cuyo nombre era...Papas, que en el griego significa Gran padre.

Este era el nombre antiguo en Asia del consorte de Gíbele, pero los romanos después lo

nombraron Attis (The Oriental Religions in Román Paganism, Franz Cumont, 1911, p.48).

Aquí salta a la vista, no obstante, una conexión muy evidente que resulta necesario mencionar. Es

decir, Gíbele era la "Gran Madre" de los antiguos romanos, así como hoy en día la Virgen María es la

"Madre de todos" los católicos romanos. Y Papas, el consorte o amante de Gíbele, viene a ser ahora el

Papa Romano. Porque ¿acaso no son los papas romanos los que promueven la idolatría de María? Y,

¿acaso no son ellos también los que la han deificado a través de sus dogmas, como la Inmaculada

concepción y la Ascención de su cuerpo sin sufrir corrupción?.

Otro aspecto del origen y empleo pagano de la palabra Papa, lo encontramos incluso en

México. Pues vemos que Fray Juan de Zumárraga -primer obispo y segundo inquisidor en México mandó que nunca se pronunciase ni en latín ni en castellano la palabra "Papa", sino más bien Pontifex

o Pontífice. Esto porque los indios acostumbraban llamarle "Papas"a sus sacerdotes paganos, y se

pretendía así evitar la confusión (Apolegética historia de las Indias, Fray Bartolomé de las Casas, cap.

138,p.366).

La aparición del primer Papa, por otro lado, no fue algo que sucedió de la noche a la mañana.

Más bien implicó un proceso de varios siglos a través de los cuales se fueron dando una serie de

circunstancias que propiciaron finalmente la aparición de esta figura tan nefasta.

Cuando los apóstoles estaban todavía sobre la tierra, ellos establecieron obispos en las iglesias locales que habían fundado. Y, el centro de la fe Cristiana, era obviamente la iglesia en Jerusalén. Sin embargo, el martirio de Santiago (62 d.C.), pilar de esa iglesia, y la destrucción total de Jerusalén por el emperador Tito (70 d.C.), abrieron el camino después para el desarrollo de la iglesia en Roma.

El hecho que la iglesia en Roma estuviese ubicada en la capital del imperio, le confirió inmensas ventajas con respecto a otras iglesias también importantes, como ciertamente lo eran Antioquía y Alejandría. Estas ventajas consistían, por ejemplo, en que la iglesia en Roma podía intervenir ante las autoridades imperiales en favor de las otras iglesias, o representándolas, por causa de tener contactos con el gobierno. También, por su posición estratégica, empezó a prosperar económicamente y adquirir prestigio eclesiástico. Como consecuencia, la posición del obispo de la iglesia en Roma se consolidó y éste empezó a asumir la autoridad que le confería el ser la cabeza de la iglesia Romana.

No obstante, todavía durante el reinado de Constantino (313-337), cuando el Cristianismo ya se había convertido en la religión oficial del imperio Romano, el obispo romano era todavía simplemente un obispo más entre los obispos de las demás iglesias. Pues Constantino, como ya vimos anteriormente, era Obispo de obispos, Pontifex Maximus, y Vicario de Cristo. No fue sino hasta después de la muerte del emperador Constantino (337 D.c.) cuando los obispos romanos -en forma tentativa- se atrevieron a empezar a reclamar una posición de prestigio, influencia, y autoridad para sí mismos. Y, las características doctrinas falsas respecto a la primacía del papado, empezaron también a ser sistemáticamente formuladas.

La evidencia histórica muestra que el incentivo básico que motivó al obispo de Roma - todavía no se llamaba Papa- el empezar a formular sus "derechos" y primacía sobre otras iglesias, fue el hecho que vio su posición amenazada por las ambiciones del obispo de la "nueva Roma", es decir, Constantinopla.

Las ambiciones del obispo de la "nueva Roma" salieron a la luz en el Concilio de Constantinopla (año 381), segundo concilio ecuménico, donde el entonces obispo de Roma, Dámaso I, no fue invitado. A l l í se decretó que el obispo de Constantinopla debía tener el primer rango después del obispo de Roma, "porque Constantinopla es la nueva Roma". El propósito era, sin duda, darle a Constantinopla una posición en el imperio del Este que estuviese por encima de Antioquía y Alejandría; y Roma, por supuesto, no sería afectada (The Chair ofPeter; A History ofthe Papacv; F. Gontard, 1965, p. 116). Dámaso reaccionó inmediatamente, y en el año 382 un sínodo romano declaró -con obvia referencia a la decisión del año previo- que la iglesia Romana debía su primacía no a los decretos de un sínodo, sino a los poderes comisionados a Pedro por Cristo. Roma era, según Dámaso, "la primera Sede (silla o trono) del apóstol Pedro (Ibid.)" Dámaso también añadió el término "apostólica" al nombre de la iglesia Romana; y, en su afán de reclamar suprema autoridad espiritual para sí mismo, fue el primero en apropiarse de las palabras dichas a Pedro por Cristo: "Tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi iglesia" (A Woman Rides the Beast, Dave Hunt, 1944, p.102).

Esta afirmación de Dámaso, por cierto, no fue aprobada por dos supuestos grandes teólogos católicos contemporáneos de Dámaso: "San" Agustín y "San" Ambrosio. San Pedro, escribió Ambrosio, "tenía una primacía de confesión, no de oficio; una primacía de fe, no de rango ". Sin embargo, los sucesores de Dámaso en Roma se aferraron neciamente, y, por consecuencia, continuaron desarrollando las doctrinas que apoyaban la posición "especial" del obispo de Roma. Esto de tal manera que el sucesor inmediato de Dámaso, Siricio, fue el primero en llamarse "Papa", como lo atestiguan los mismos historiadores católicos romanos en sus crónicas de los papas. Sin duda, la intervención de Dámaso en la historia del desarrollo del papado, jugó un papel muy importante.

Pero no solamente por lo expuesto anteriormente, sino también porque él fue el primer obispo

romano en recibir el nombramiento de Pontifex Maximus, Sumo Sacerdote de los Misterios

Paganos, veamos cómo sucedió:

Resulta que en el año 382 el emperador Graciano ordenó que el Altar de Victoria –una diosa pagana del imperio- fuese destruido. Hasta ese entonces los senadores habían tomado el juramento de lealtad al imperio sobre ese altar. Y, antes de empezar sus sesiones, cada uno de ellos quemaba un grano de incienso sobre el altar. Cuando el Senado, que en su mayoría era pagano, fue informado del edicto imperial, mandaron una comitiva a Milán para que se entrevistara con Graciano. La comitiva llevaba consigo la túnica de Ponitfex Maximus, la cual intentaban presentar al emperador. Y el emperador, por su parte, debía recibir el título y la túnica, pues pensaban que el sentimiento amistoso así inducido haría que el emperador cambiase de opinión. Sin embargo, el emperador terminó rechazando la túnica y el título, afirmando que resultaba impropio para un emperador cristiano (Gontard, op.cit., p.120).

Cuando el emperador Graciano rechazó el título y rito de iniciación de Pontifex Maximus, que le correspondía a él por causa de ser el emperador romano en turno, el puesto obviamente quedó vacante y fue tomado entonces por el obispo romano Dámaso. Definitivamente alguien tenía que ocupar la vacante, pues los paganos en el imperio Romano todavía eran muchos en número, como lo atestigua el historiador Gibbon en su extensa obra Decline and Fall of the Román Empire (1781, vol.V, cap. 28, p.87):

"La imagen y altar de Victoria fueron removidos de la casa del Senado, pero el emperador dejó las estatuas de los dioses que estaban expuestas a la vista del público; 424 templos todavía permanecían para satisfacer la devoción de la gente, y por todas partes en Roma la moral de los cristianos era ofendida por los olores de los sacrificios idolátricos".

El obispo romano Dámaso, por otro lado, duró poco tiempo oficiando como Pontifex Maximus. Ya que el emperador Graciano rechazó el nombramiento en el año 382 y Dámaso murió en 384. Sin embargo, es necesario hacer notar que esta TRANSFERENCIA del oficio de Pontifex Maximus del emperador a un obispo romano, resultó ser otra estrategia genial de Satanás para completar lo que ya había iniciado con Constantino, veamos a continuación los resultados que obtuvo: Había conseguido que el obispo romano, en su afán de poder, consintiera en aceptar el puesto vacante de Pontifex Maximus, Sumo Sacerdote de los Misterios Paganos; oficio que, por causa de ir contra la moral cristiana, el mismo emperador había rechazado. De esta manera el obispo romano quedaba completamente bajo su control y poder, como todos los demás Pontífices anteriores habían estado. Una vez poseído por el diablo y saturado de energía satánica, el obispo romano celosamente se encargó de introducir el Paganismo dentro de la Iglesia. Los paganos, por otro lado, empezaron a ser aceptados en la Iglesia sin cambiar sus creencias y prácticas; y, ante sus ojos, ahora el obispo romano era el legítimo representante de su larga línea de Pontífices (The Two Babylons or the Papal Worship, Alexander Hislop, 1916, p.252).

Ahora bien, por lo que respecta al carácter moral de Dámaso, el testimonio histórico nos habla de un hombre sumamente corrupto. Pues habiendo sido inicialmente diácono, y para conseguir posteriormente el obispado de Roma, tuvo que disputárselo a otro diácono rival de nombre Ursino. Ambos, Dámaso y Ursino, habían conseguido cada uno por su parte obispos que los consagraran. Uno de estos obispos pertenecía a la ciudad de Tibur, y el otro pertenecía al puerto de Ostia. Dámaso, que era español, llegó a acumular bastante dinero, el cual obtenía hábilmente extrayéndolo de damas ricas. Con el dinero así obtenido, contrató una banda de empleados de circo, entre los que se encontraban luchadores, corredores de caballos, y otros hombres violentos con los que atacó a los seguidores de Ursino.

La batalla empezó en la calle, después los seguidores de Ursino se encerraron en la recién construida basílica de Santa María la Mayor, conocida como "Nuestra Señora de la Nieve". La gente de Dámaso trepó al techo, hizo un agujero, y empezó a bombardear a los ocupantes con tejas y piedras. Otros, mientras tanto, estaban atacando la puerta principal. Cuando ésta cayó, se desarrolló una sangrienta lucha que se prolongó por tres días. Al final, 137 cadáveres fueron removidos, todos pertenecían a seguidores de Ursino (Vicars ofChrist: The DarkSide ofthe Papacy; Peter De Rosa, 1988, p.38).

Dámaso, una vez habiendo obtenido la victoria sobre su rival, fue confirmado como obispo de Roma en el año 366. Ursino, por su parte, no se había dado aún por vencido y consiguió que Dámaso, ya como obispo de Roma, compareciese ante la corte imperial. Se le acusaba de instigación al homicidio y de financiar y organizar una guerra civil entre los cristianos de Roma. Dámaso se las arregló para que los testigos de la parte contraria fuesen torturados, y, finalmente, fue absuelto. Ursino y sus seguidores terminaron después siendo desterrados a la Galia (Francia).

El hecho que Dámaso y Ursino se hubiesen peleado como perros por el "hueso" de obispo de Roma, era porque evidentemente representaba una posición sumamente lucrativa. Cuando en una ocasión un prefecto de Roma -el cual tenía muchos títulos paganos- fue confrontado por Dámaso para que se convirtiese, el hombre respondió: "Por supuesto, si me haces obispo de Roma" (Gontard, op.cit., p.l 13).

Un escritor de ese entonces, el historiador Amiano Marcelino, sugirió que definitivamente se llevaba a cabo una reñida competencia por esa posición tan lucrativa: "Porque una vez ganado el puesto, el individuo puede disfrutar en paz una buena fortuna asegurada por la generosidad de matronas; puede trasladarse en carruaje y vestirse con magníficas ropas; y dar banquetes cuyo lujo supera el de la mesa del emperador" (De Rosa, op.cit., p.39).

Se podría decir que a partir de Dámaso, los papas romanos empezaron a enriquecerse en gran manera y a poseer grandes extensiones de tierra. Esto aunado al hecho que al cambiar Constantino la capital del imperio al Este (Constantinopla), no quedó ningún emperador que gobernase en el Oeste, creándose así un gran vacío político, administrativo, y emocional. Vacío que el Papa estuvo más que dispuesto a llenar, convirtiéndose, gradualmente, en la potencia más grande de Italia y de Europa Occidental, y lo siguió siendo durante toda la Edad Media.

Aproximadamente sesenta años después de Dámaso aparece el Papa León I (440-61), el cual ocupa un lugar importante en la historia de los papas, pues llevó teóricamente la doctrina de la primacía del papado lo más lejos posible. Este Papa consiguió que, por causa de sus servicios diplomáticos prestados al imperio, el emperador romano Valentiniano III confirmara finalmente la primacía del obispo de Roma sobre todas las demás Sedes. Una vez logrado esto, León entonces proclamó que la primacía de Roma -reconocida ahora políticamente- sería heredada por todos sus sucesores (Gontard, op.cit., pp.137, 138). Además, fortaleció y exaltó su Sede en Roma refiriéndose a sí mismo como "Pedro en la silla de Pedro"; afirmó poseer plenitud de poder (plenitudo potestaíis); y se consideraba incluso el "gobernador del Universo".

León también fue el primer Papa en adjudicarse, para su propia conveniencia, el texto bíblico de Mateo 16:19 donde el Señor le entrega a Pedro las llaves del reino de los cielos y el poder de atar y desatar. Tal autoridad, no obstante, no fue conferida solamente a Pedro, pues dos capítulos más adelante, en Mateo 18:18 el Señor da la misma autoridad a todo el grupo de discípulos. Y después, en los versículos siguientes 19 y 20 del mismo capítulo, vemos que se extiende este derecho a TODOS los creyentes.

Otra contribución principal de León a la teoría del papado, consistió en hacer una distinción entre persona y oficio. Es decir, él afirmaba que aunque un Papa fuese pecaminoso, esto no afectaba el carácter Petrino del papado. Una distinción leonina que resultó de gran ayuda después para los papas, pues así justificaron todo tipo de inmoralidad entre ellos. Durante el reinado de León también se vio, por primera vez, el nefasto primer ejemplo de interacción entre la Ley Canóniga y la ejecución de la Ley Civil. Pues a todas las ordenanzas del Papa se les dio fuerza legal, de tal manera que todo aquel que no se sometiera a la Iglesia, se convertía entonces en un hereje; y, por lo tanto, sujeto al edicto de las leyes de herejía del imperio (Ibid.).

La Iglesia Católico Romana, mas no apostólica, pues no desciende de los apóstoles sino de los emperadores romanos, formó su estructura en base al patrón organizativo del mismo imperio romano.

Después de la caída del imperio Romano del Oeste, en el año 476, los papas asumieron el papel de los emperadores y el "MATRIMONIO" de la Iglesia con el mundo se consumó. De ser perseguida, ahora la Iglesia se había convertido en el principal persecutor, y no sólo en asuntos religiosos, sino también en cualquier forma de libertad de conciencia, como más adelante veremos en otro capítulo. Peter De Rosa, en su libro Vicars of Christ: The Dark Side of the Papacy (1980,p.34) describe esto elocuentemente:

"El tiempo no está lejos cuando los sucesores de Pedro no serán los sirvientes sino los amos del mundo. Se vestirán de púrpura como Nerón y se llamarán a si mismos Pontifex Maximus. Se referirán al hombre pescador como 'el primer Papa', y apelarán no a la autoridad del amor, sino al poder investido en él (Pedro) para actuar como Nerón actuó. Desafiando a Jesús, los cristianos harán a otros lo que les han hecho a ellos, y peor aún harán. La religión que se enorgullecía de haber triunfado sobre la persecución por medio del sufrimiento, se convertirá en la fe más perseguidora que el mundo ha visto. Perseguirán incluso a la raza de la cual Pedro y Jesús provinieron. Ordenarán en el nombre de Jesús que todos los que no estén de acuerdo con ellos sean torturados, y algunas veces crucificados sobre fuego. Harán una alianza entre el trono y el altar; e insistirán que el trono es el guardián del altar y garantizador de la fe. Su idea será que el trono (el Estado) imponga su religión en todos sus súbditos. Sin molestarles que Pedro mismo se opuso a tal alianza y que por causa de ello murió. Tres siglos después que el apóstol murió en la Colina del Vaticano, la Iglesia, a pesar de la persecución, creció en fuerza hasta que vino el día en que fue tentada a echar su suerte con César".

QUEDA CLARO ENTONCES QUIENES SON LOS LADRONES USURPADORES QUE PRETENDEN GOBERNAR EN NOMBRE DE DIOS AL CUAL NO SIRVEN NI CONOCEN.

jueves, 16 de julio de 2009

ESTE ES TU TIEMPO PARA VOLVERTE A DIOS!

Este es el tiempo del cumplimiento de las Profecías de la Biblia,

y del Regreso del Señor Jesucristo!!!

Habrá dudas sobre lo que viene? (El Papa pide una autoridad mundial. )

Sus palabras parecen una ayuda para la humanidad,pero no lo son.

Pero estos que para obtener el control absoluto sobre el alma humana se reúnen en logias para conspirar contra todo lo que emana de lo bueno, van a ser derrotados.

La impactante noticia afirma que; Benedicto XVI recalcó que "existe una urgente necesidad de una verdadera autoridad política mundial" cuya tarea sea "gestionar la economía mundial, revivir las economías afectadas por la crisis, evitar cualquier deterioro de la presente crisis y los mayores desequilibrios que podrían resultar". No sólo eso; esta "autoridad mundial" debería "lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimentaria y la paz", afirma el texto, que admite que dicha autoridad tendría que "estar universalmente reconocida y revestida con el poder efectivo" para implementar sus decisiones. En el documento doctrinal, el Papa llama a una reforma de la ONU, así como de "la arquitectura económica y financiera internacional". Está más que claro, una autoridad política que regule no solo la economía, sino también las posibilidades armamentistísticas y los alimentos. El poder absoluto, y todo bajo el auspicio de la ONU, si esto no es el cumplimiento de la profecía entonces todos estamos locos.

¿Cuantos han anunciado el momento de la asunción del anticristo? ¿Cuantos han afirmado que será apoyado por la ONU? ¿Cuantos dijeron que sería el Papa quien hiciera el llamado? Todos quienes han escrito sobre el tema, parece cosa de locos pero así está ocurriendo, y ante la vista de todos los demás, pero los demás no ven nada pues el brillo del oro los enceguece, el mercado los ha convertido en almas desechables, pero ha sido por decisión propia, por que nosotros mismos lo hemos permitido, por eso es tiempo de volverse a Jesucristo!

Las reacciones no se han hecho esperar, y de todas las naciones surgen voces de apoyo a tan magna propuesta (Una encíclica, mucho más importante que cualquier otro manifiesto vaticano)

Es así como Angela Merkel ha dicho que si bien "Nadie invitó al Papa a la cumbre de L'Aquila, pero con "Caritas in Veritate" obliga a los ocho grandes a una nueva responsabilidad". (L'Aquila, la ciudad del terremoto de las calendas de abril y baluarte del imperio romano, es que estas gentes no hacen nada sin simbolismo)

Miren este mundo, donde los que debían cuidar de los niños los atacaron. Cristo se los advirtió claramente e igual lo hicieron, no solo los curas, pues el 80% de las agresiones infantiles son de los seres más cercanos a ellos, miren como los que debían cuidar los dineros de todos lo roban siempre, como los que tienen una miserable porción del poder lo ejercen con brutalidad sobre los más débiles, donde los sistemas son esclavistas, sean fascismos o comunismos o sistemas democráticos de mentira. Bien lo advirtió el Apóstol Pablo a Timoteo: “debes saber esto, que en los postreros tiempos vendrán hombres amadores de si mismos, avaros, vanagloriosos, blasfemos, intemperantes, aborrecedores de lo bueno”

El hombre nunca va a entender nada? Aunque vea las señales frente a sus ojos no captará nada?. La marca esta lista, los guerreros se preparan para la batalla, en oriente y occidente, las pestes comienzan a cabalgar con nuevos virus que les aseguro van a mutar…Todo se cumplirà...

El indicio más claro de todos es la angustia humana, Jesús dijo: “será un tiempo de angustia” , solo basta mirar como se sufre en todas partes, cuando la decadencia llega a todas partes no hay más camino que la caída, así sucedió en Roma, y cayó, y así va a caer esta generación para ir a juicio.

Hoy mas que nunca, es tiempo e volverse a Dios! No esperes mas busca urgentemente a Jesucristo!

miércoles, 15 de julio de 2009

Cuidado porque habrà muchos falsos cristos


Ciudad del Vaticano. Reuters El Papa Benedicto XVI pidió una “autoridad política mundial” para gestionar la economía global y una mayor regulación gubernamental de las economías nacionales para sacar al mundo de la actual crisis y evitar que se repita.

El llamamiento del Papa a repensar el modo en que se gestiona la economía mundial se produjo en una nueva encíclica que abordó una serie de asuntos sociales pero cuyo principal hilo conductor fue cómo la actual crisis ha afectado a las naciones ricas y pobres.

Partes de la encíclica “Caridad en la verdad” podrían causar molestia entre los conservadores por su rechazo subyacente al capitalismo sin control y las fuerzas del mercado sin regular, que dijo llevó a un abuso “ampliamente destructivo” del sistema.

El Papa dijo en el documento que cada decisión económica tiene una consecuencia moral y pidió “formas de redistribución” de la riqueza supervisada por los Gobiernos para ayudar a los más afectados por las crisis.

Benedicto XVI dijo que “existe una urgente necesidad de una verdadera política mundial” cuya tarea sea “gestionar la economía mundial, revivir las economías afectadas por la crisis, evitar cualquier deterioro de la presente crisis y los mayores desequilibrios que podrían resultar”.

Dicha autoridad tendría que estar “regulada por la ley” y “necesitaría estar universalmente reconocida y revestida con el poder efectivo para garantizar la seguridad de todos, respeto por la justicia y por los derechos”.

Naciones Unidas, las instituciones económicas y las finanzas internacionales tienen que ser reformadas "incluso en medio de una recesión mundial", manifestó Benedicto XVI en su encíclica, de 141 páginas.

Una encíclica es el documento papal más importante y aporta la guía más clara para los 1.100 millones de católicos del mundo y para los no católicos sobre lo que piensan el Vaticano y el Papa acerca de asuntos sociales y morales.

El texto está dirigido a todos los católicos además de “toda la gente de buena voluntad” y fue publicado en la víspera del inicio de la cumbre del G-8 en Italia, y tres días antes de que el Papa aborde la recesión mundial con el presidente estadounidense, Barack Obama.

En diversas secciones de la encíclica, Benedicto XVI dejó claro que tenía grandes reservas sobre un mercado totalmente libre.

martes, 14 de julio de 2009

Testimonio del ex-sacerdote católico Carlos Chiniquy

EL DON INEFABLE


PROLOGO:

El Padre Chiniquy era un sacerdote famoso del Canadá. Nació en Kamuraskn, Quebsc, el 2 de julio de 1809. Allí fundó la primera sociedad anti-alcohólica, y recibió el mulo de "Apóstol de la Temperancia del Canadá."

Debido a su capacidad, fue comisionado a conducir un grupo numeroso de canadienses franceses

quienes establecieron una colonia en el Estado de lllinois, Estados Unidos de Norte América.

Hacia el fin de su vida llegó a ser amigo del Presídeme Abraham Lincoln.

Visitó a Inglaterra varias veces y la siguiente historia de su conversión fue dada por primera vez en Londres.

Su vida se prolongó hasta la edad de noventa años y murió en Montreal el 16 de enero de 1899.


El Don de la Salvación


Nací en la Iglesia Romana en 1809, y fui ordenado sacerdote en el año de 1833. Por veinte y cinco años fui sacerdote de dicha Iglesia; y os digo, amigos míos, con toda franqueza, que amaba a la Iglesia de Roma y que ella me amaba a mi. Habría estado dispuesto a derramar hasta la última gota de sangre por mi Iglesia, y habría dado mil veces mi vida por extender su poder y dignidad en todo el Continente Americano y en todo el mundo. Mi gran ambición era convertir a los protestantes llevarlos a mi Iglesia, porque se me enseñó y así lo prediqué que fuera de la Iglesia de Roma no había salvación, y me entristecía mucho que aquellas multitudes de protestantes tendrían que perderse.

Unos años después de que nací nos cambiamos a un lugar en donde no había escuelas. Mi querida madre fue entonces mi primera maestra, y el primer libro en que me enseñó a leer fue la Biblia.

Cuando tenia ocho o nueve años, leía el divino Libro con increíble placer y mi corazón se arrobaba con la hermosura de la Palabra de Dios. Mi madre escogía los capítulos que yo leyera, y yo les ponía una atención tal que muchas veces rehusaba ir afuera a jugar con los muchachos para solazarme con el placer que me producía la lectura del Santo Libro. Me gustaban algunos capítulos más que otros, y los aprendía de memoria.

Mi madre murió repentinamente, y no mucho después la Biblia desapareció de la casa. Probablemente un sacerdote había enviado a alguien para que se la llevara. Aquella Biblia es la raíz de todo en la historia de mi conversión. Fue la luz puesta en mi alma siendo yo joven y gracias a Dios que aquella luz nunca se ha extinguido. Allí ha permanecido. Es a aquella querida Biblia, por la misericordia de Dios, a la que debo hoy el gozo inefable que siento de estar entre los redimidos, entre aquellos que han recibido la luz y beben de la fuente pura de la verdad.

Pero quizá vosotros diréis, "¿No permiten los sacerdotes católicos romanos que sus feligreses lean la Biblia?" Si, y doy gracias a Dios que así es; y es probable que se jacten -de este privilegio. Es un hecho que hoy, casi por todo el mundo se concede permiso de leer la Biblia, y encontraréis la Biblia en las casas de muchos católicos romanos.

Pero una vez que hemos confesado esto debemos decir la verdad. Cuando el sacerdote de Roma, en el día de hoy, pone una Biblia en las manos de sus feligreses, o un sacerdote recibe una Biblia de su Iglesia, hay una condición. La condición es que aunque el sacerdote y los feligreses pueden leer la Biblia, deben jurar que jamás interpretarán una sola palabra conforme a su conciencia, a su

inteligencia, o a su propia mente. Cuando fui ordenado sacerdote juré que interpretaría las escrituras conforme al consenso unánime de los Santos Padres.

Luego, amigos míos, id a los católicos romanos del día de hoy y preguntadles si tienen permiso para leer la Biblia. Ellos os dirán, "Si, yo puedo leerla." Pero preguntadles, "¿Tenéis permiso para

interpretarla?' Os dirán, "¡No!" El sacerdote dice terminantemente al pueblo, y la Iglesia dice

terminantemente al sacerdote, que ellos no pueden interpretar ni una sola palabra de la Biblia según

su entendimiento y su conciencia, y que es un pecado condenable que se echa sobre si el interpretar una sola palabra. En efecto, el sacerdote dice al pueblo, "Si tratáis de interpretar la Biblia con vuestra inteligencia, estáis perdidos. Es el libro mas peligroso. Podéis leerlo, pero no lo podéis entender."

¿Cuál es el resultado de tal enseñanza?.

El resultado es que aunque los sacerdotes y el pueblo tienen la Biblia en las manos, no la leen.

¿Leeríais un libro si habéis sido persuadidos de que lo que consideráis como la más grande autoridad sobre la tierra dice que el libro es peligroso para vosotros, y que no podéis entender ni una sola palabra por vosotros mismos? ¿Seriáis tan insensatos de gastar vuestro precioso tiempo en leer un libro del cual estuvierais persuadidos no entender ni una sola línea? Entonces, amigos míos, ésta es la verdad acerca de la Iglesia de Roma. Ellos tienen muchas Biblias; encontraréis muchas Biblias sobre las mesas de los sacerdotes y de los legos, pero entre diez mil sacerdotes no hay dos que lean la Biblia desde el principio hasta el fin y que le pongan atención. Leen unas pocas páginas aquí y allí, eso es todo.

En la Iglesia de Roma la Biblia es un libro sellado, pero no fue así conmigo. Yo la había encontrado

preciosa a mi corazón cuando era pequeño y cuando ya fui sacerdote de Roma la leía para ser fuerte y para adiestrarme en la controversia con los ministros protestantes.

Mi gran objeto era confundir a los ministros protestantes de América. Conseguí un ejemplar de ’Los

Santos Padres" y lo estudiaba día y noche para prepararme para la gran batalla, que deseaba librar.

Hice este estudio para fortalecer mi fe en la Iglesia de Roma.

Pero, bendito sea Dios, que siempre que leía la Biblia había una voz misteriosa que me decía, "¿No

ves que en la Iglesia de Roma no sigues las enseñanzas de la Palabra de Dios, sino sólo descansas en las tradiciones de los hombres?" En las calladas horas de la noche cuando oía aquella voz, yo lloraba y vertía lágrimas pero se repetía con la fuerza del trueno. Quería vivir y morir en la Santa Iglesia Católica Romana, y le rogaba a Dios que acallara aquella voz, pero la oía aun más fuerte.

Cuando yo leía su palabra El trataba de romperme las cadenas. Venía a mí ,con su luz salvadora, pero yo la rehusaba.

No tengo rencor en contra de los sacerdotes de Roma. Algunos de vosotros pensarán que lo tengo.

Estáis equivocados. Algunas veces lloro por ello», porque se que aquellos pobres hombres, así como yo lo hice, están luchando contra el Señor, y que son tan miserables como yo lo era. Si os relato una de las luchas de que os hablo entenderéis lo que es ser sacerdote de la Iglesia de Roma y oraréis por ellos.

En Montreal hay una espléndida catedral, capaz de acomodar a quince mil personas. Acostumbraba

yo predicar allí con mucha frecuencia. Un día el obispo me pidió que predicara sobre la Virgen María, y tuve mucho gusto de hacerlo. En ocasión de una gran festividad prediqué en la catedral, delante de los obispos, la doctrina del Catolicismo Romano relativa a la Virgen María. Dije al pueblo lo que en ese tiempo pensaba era la verdad y lo que los sacerdotes creen y predican dondequiera. He aquí una parte del sermón:

"Amigos míos, cuando un hombre se ha rebelado contra su rey, cuando ha cometido un gran crimen

contra su emperador ¿viene solo a hablarle? Si tiene que pedir un favor a su rey, ¿intenta él en tales circunstancias comparecer solo ante su presencia? No, el rey le rechazaría. ¿Qué hace en tal caso?

En lugar de ir solo, escoge a uno de los amigos del rey, a alguno de sus oficiales, algunas veces a la hermana o a la madre del rey, y entonces pone la petición en sus manos y ellos van a hablar a favor del culpable. Piden perdón para él, aplacan la ira del rey y muy a menudo éste les concederá el favor que habría rehusado de otra manera al culpable.

"Entonces," dije yo, "todos somos pecadores, todos hemos ofendido al grande y poderoso Rey, Rey de reyes. Nos hemos rebelado en contra de El. Hemos hollado sus leyes bajo nuestros pies y sin duda El está airado contra nosotros. ¿Qué podemos hacer ahora? ¿Iremos con las manos llenas de

iniquidades? [No! Pero gracias a Dios que tenemos María, la madre de Jesús, nuestro Rey, a su

diestra y como un buen hijo nunca rehúsa un favor a su madre amada, así Jesús nunca negará un

favor a María.

El nunca le negó ninguna petición que ella le hizo cuando estuvo en la tierra. Jamás El rechazó a su

madre de manera alguna. ¿Dónde está el hijo que rehusaría un favor a su madre querida cuando él

podría hacerla gozar concediéndole lo que quiere? Luego, os digo, que Jesús, el Rey de reyes no es sólo el Hijo de Dios, sino el Hijo de Maria, y El ama a su madre. Y como El nunca le negó ningún favor a María, jamás le negará ningún favor en el día de hoy. [Ahí nosotros no podemos presentarnos delante del gran Rey, cubiertos como estamos de la iniquidad. Presentemos nuestras peticiones a su santa madre; ella misma irá a los pies de Jesús, Jesús su Hijo, y ella sin duda recibirá los favores que pide. Ella pedirá a Jesús que os perdone vuestras iniquidades, y El os dará cualquier cosa que su madre le pidiere."

Mis oyentes quedaron tan contentos ante la idea de tener tal abogada a los pies de Jesús

intercediendo por ellos día y noche, que todos vertieron lágrimas de gozo. Pensaba yo en ese tiempo que aquella no sólo era la religión de Cristo, sino que la. religión de la lógica y que nada podría decirse en su contra. Después del discurso el Obispo se me acercó y me bendijo; me dio las gracias, diciendo que el sermón haría mucho bien en Montreal.

Aquella noche me caí de rodillas y tomé mi Biblia. Mi corazón estaba lleno de gozo por causa del buen discurso que había dirigido por la mañana. Leí en San Mateo 12:46 las siguientes palabras, "Y estando aún él hablando a las gentes, he aquí su madre y sus hermanos estaban fuera, que le querían hablar.

Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están fuera, que te quieren .hablar. Y respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquél que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre."

Cuando yo hube leído aquellas palabras vino una voz más terrible que la voz del trueno diciendo,

"Chiniquy, tú predicaste una mentira esta mañana cuando decías que María había recibido de Jesús siempre los favores que le había pedido. ¿No ves que aquí Jesús está rechazando a su madre? ¿No ves que María viene a pedir un favor, esto es de ver a su hijo, durante cuya ausencia ella había estado sola, debido a que El había dejado la casa por muchos meses para salir a predicar el Evangelio?"

Cuando María llegó al lugar donde Jesús estaba predicando, el lugar estaba tan apiñado que ella no

pudo entrar.

¿Qué haría entonces ella? Ella levanta la voz y le pide que vaya a verla; pero mientras Jesús oye la

voz de su madre, y con sus divinos ojos la ve ¿le concederá su petición? No. El cierra los oídos a su

voz y no atiende la súplica que ella le dirige. Este es un rechazamiento público y ella lo siente muy

vivamente. La gente se asombra. Están cavilando, casi escandalizados. Se vuelven a Cristo y le dicen, "¿Por qué no vas a hablar con tu madre?" ¿Qué dice entontes Jesús? No da otra respuesta, sino ésta extraordinaria, "¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?" Y mirando a sus discípulos, dice, "He aquí mi madre y mis hermanos y hermanas." En cuanto a María, la dejó sola y públicamente la rechazó.

Entonces la voz me habló de nuevo con el poder del trueno, diciéndome que leyera otra vez en San

Marcos 3:31-35. Habréis encontrado que Marcos dice que Jesús rechazó a su madre. Leed Lucas

8:19-21. Lucas dice que Jesús rechazó a su madre, no concediéndole la petición. Entonces la voz me habló con terrible poder, diciéndome que Jesús mientras fue niño obedeció a José y a su madre; pero tan pronto como se presento ante el mundo como el Hijo de Dios, como el Salvador del mundo, como la gran Luz de la humanidad, entonces María tenía que desaparecer. Los ojos del mundo deben volver hacia El solo para recibir luz y vida.

Entonces, amigos míos, la voz me« habló toda la noche: "Chiniquy, Chiniquy, tú dijiste esta mañana

una mentira, y estuviste predicando fábulas y cosas sin sentido; y predicaste en contra de las Escrituras cuando dijiste que María tiene el poder para conceder de parte de Jesús cualquier favor que le pidamos en cualquier forma." Oré y lloré y fue una noche en que no dormí.

Al día siguiente fui a tomar el desayuno con el obispo Prince, el coadjutor. El me dijo, "M. Chiniquy, su apariencia es como si hubiera llorado toda la noche. ¿Qué es lo que le pasa?"

Yo le contesté, "Señor mío, si encuentra Ud. en mi rostro las lágrimas de la desolación, Ud. no se

equivoca. Estoy afligido sobre manera; mi corazón está triste."

"¿Qué le pasa?" preguntó él. "¡Ah! yo no puedo decírselo aquí," le contesté. "¿Me permite Ud. hablar una hora con Ud. en su cuarto a solas? Le contaré un misterio que lo inquietará."

Después del desayuno fui con él y le dije: "Ayer Ud. me alabó mucho por el discurso que pronuncié

para probar que Jesús siempre había concedido Lis peticiones de su madre; pero, sopor mío, anoche oí otra voz más fuerte que la suya y mi desconsuelo es que estoy por creer que es la voz de Dios.

Aquella voz me ha dicho que nosotros, los sacerdotes y obispos (los católicos romanos, predicamos

una falsedad blasfema y cada vez que decimos al pueblo que María siempre tiene el poder para

recibir de las manos de Jesucristo los favores que ella le pide. Esto es una mentira, mi señor: temo

que esto sea un error diabólico y condenable."

El Obispo entonces dijo, "M. Chiniquy, ¿qué quiere Ud. decir con eso? ¿Es Ud. protestante?

"No," le contesté yo, "yo no soy protestante. He sido llamado protestante muchas veces porque me

agrada leer la Biblia. Pero le digo a Ud., francamente, que sinceramente temo que prediqué ayer una mentira y que Ud., mi señor, predicará otra también cuando tenga que decir que necesitamos invocar a María, bajo el pretexto de que Jesús jamás ha rehusado un favor a su madre. Esto es falso."

El Obispo dijo de nuevo, "M. Chiniquy, Ud. va demasiado lejos."

"No, señor mío," dije yo, "no hay por qué hablar mis. Aquí está el Evangelio; léalo Ud." Y puse el

Evangelio en las manos del Obispo, y leyó con sus propios ojos lo que yo había leído, y mi impresión es que él leía dichas palabras por vez primera. El pobre hombre estaba tan sorprendido que permaneció mudo y temblando. Finalmente preguntó, "¿Qué significa eso?"

"Bien," dije yo, "éste es el Evangelio, y aquí Ud. ve que María fue a Jesucristo a pedirle un favor, y El no sólo la reprendió, sino que se negó a considerarla como su madre. El la rechazó públicamente para que supiéramos que María es la madre de Jesús como hombre, y no como Dios."

El Obispo estaba fuera de sí. No pudo contestarme.

Entonces yo le pedí que me permitiera hacerle algunas preguntas. "Señor mío, ¿quién lo ha salvado a Ud. y quién me ha salvado a mi en la cruz?"

"Jesucristo," me contestó.

"¿Y quién pagó sus deudas y las mías derramando su sangre?" El contestó, "Jesucristo."

"Ahora bien, señor mío, cuando Jesús y María estuvieron sobre la tierra, ¿quién amó más al pecador. María o Jesús?"

Y él de nuevo contestó que Jesús.

"¿Fue alguna vez un pecador a María en la tierra para ser salvo?"

"No."

"¿Recuerda Ud. si algún pecador fue alguna vez a Jesús para ser salvo?"

"Sí, muchos."

"¿Fueron ellos rechazados?"

"Nunca."

"¿Recuerda Ud. si alguna vez Jesús dijo a los pecadores, ’Venid a María y ella os salvará?

"No," contestó.

"¿Recuerda Ud. si alguna vez Jesús dijo a los pobres pecadores, "Venid a mi’?"

"Sí, El lo dijo."

"¿Ha retirado El sus palabras?"

"No."

"¿Quién fue el más poderoso entonces, para salvar a los pecadores?" pregunté yo.

"Olí, fue Jesús."

"Entonces, señor mío, puesto que Jesús y María están ahora en los cielos, ¿puede Ud. mostrarme en las Escrituras que Jesús ha perdido algo de sus deseos y de su poder para salvar a los pecadores, o ha dado este poder a María?"

Entonces el pobre Obispo quedó como un hombre que es condenado a muerte. Temblaba delante de mi, y como no pudo contestarme, se excusó por tener un negocio, y me dejó. Su "negocio" fue que no pudo contestarme.

Yo estaba persuadido, pero no estaba convertido. Había muchos lazos que me ataban al Papa. Había otras luchas que tenían que ser libradas antes de que yo pudiera romper las cadenas que me tenían ligado.

En 1851 fui al Estado de Illinois a petición de los obispos a fundar una colonia francesa. Llevaba

conmigo unos 75,000 canadienses franceses, y me establecí en las magníficas llanuras de Illinois,

para tomar posesión de la región en nombre de la Iglesia de Roma. Yo era un hombre rico y compré

muchas Biblias y di una a casi cada familia. El Obispo se puso muy disgustado contra mí por esto,

pero no me importó nada. No tenia yo la intención de abandonar la Iglesia de Roma, pero necesitaba guiar a mi pueblo tanto como podía en el camino en que Cristo quería que yo lo hiciera.

El Obispo de Chicago hizo en aquel tiempo una cosa que nosotros los franceses no podíamos tolerar.

Fue un gran crimen y yo le escuche al Papa y él ordenó que el Obispo fuese despedido. Fue enviado en su lugar otro Obispo quien comisionó a su Gran Vicario para hacer la paz con nosotros.

El Gran Vicario me dijo, "M. Chiniquy, tenemos mucho gusto que Ud. consiguió que fuera despedido el Obispo anterior, pues era un hombre malo; pero hay la sospecha en muchos lugares que Ud. no está ya en la Iglesia de Roma. Se sospecha que Ud. es hereje y protestante. ¿Quisiera Ud. darnos un documento por el que pudiera Ud. probar a todo el mundo que Ud. y su pueblo son todavía buenos católicos romanos?"

Yo le contesté, "No tengo ninguna objeción."

El replicó, "Es el deseo del Obispo enviado por el Papa obtener ese documento de parte suya."

Tomé entonces un pedazo de papel, porque me parecía entonces una espléndida oportunidad para

aquietar la voz que había estado hablándome de día y de noche y que turbaba mi fe. Quise persuadirme por este medio que en la Iglesia de Roma estábamos realmente siguiendo la Palabra de Dios y que no nos apoyábamos en las tradiciones de los hombres. Escribí entonces las siguientes palabras:

"Muy señor mío: nosotros los canadienses franceses de la Colonia de Illinois queremos vivir en la

Santa Iglesia Católica Romana, fuera de la cual no hay salvación, y para probar esto a vuestra señoría, prometemos obedecer a vuestra autoridad conforme a la Palabra de Dios, como la encontramos en el Evangelio de Cristo."

Firmé esto e hice que los míos lo firmaran. Se lo entregué entonces al Gran Vicario y le pregunté qué pensaba de él. El contestó, "Es exactamente lo que deseamos." Me aseguró que el Obispo aceptaría mi escrito y que todo estaría bien.

Cuando el Obispo hubo leído la sumisión la encontró buena, y con lágrimas de gozo, me dijo, "Oh,

tengo tanto gusto de que Ud. haya firmado su sumisión, pues temíamos que Ud. y los suyos se

hicieran protestantes."

Amigos míos, para mostrar mi ceguedad, debo confesar con vergüenza que yo tenía gusto de estar en paz con el Obispo, cuando no estaba aún en paz con mi Dios. El Obispo me dio "una carta de paz," por la cual declaraba que yo era uno de sus mejores sacerdotes, y volví a los míos con el objeto de permanecer allí. Pero Dios miró hacia mí en su misericordia, y quiso quebrantar aquella paz, que era paz con el hombre y no con El.

El Obispo, después de mi salida, fue apresuradamente a la oficina de telégrafos y telegrafió a los otros obispos mi sumisión, y les preguntó su opinión acerca de ella. Unánimemente le contestaron el mismo día, "¿No ve Ud. que Chiniquy es un protestante disfrazado y lo ha hecho a Ud. protestante? No es a Ud. a quien hace la sumisión; hace su sumisión a la Palabra de Dios, y si Ud. no destruye esa sumisión, también Ud. es protestante."

Diez días después recibí una carta del Obispo y cuando fui a verlo, me preguntó si tenia la "carta de

paz" que él me había dado en días pasados. Se la presenté, y cuando vio que era la carta de paz que él deseaba, corrió hacia la estufa y la arrojó al fuego. Me quedé asombrado. Corrí al fuego para salvar la carta, pero era demasiado tarde. Estaba destruida.

Entonces volví hacia el Obispo y le dije, "¿Cómo se atrevió Ud. señor mío, a tomar de mi mano un

documento que era propiedad mía y destruirlo sin mi permiso?"

El me contestó, "M. Chiniquy, soy su superior y no tengo que darle cuenta a Ud.

"Ud. es sin duda mi superior, y yo no soy sino un pobre sacerdote, pero hay un gran Dios que está

muy por encima de Ud. y de mi y ese Dios me ha concedido derechos que jamás debo renunciar para agradar a ningún hombre; en la presencia de ese Dios yo protesto en contra de esta iniquidad."

"Bien," dijo él, "¿ha venido Ud. para predicarme un sermón?"

Yo le contesté, "No, señor mío, pero quiero saber si Ud. me trajo aquí para insultarme.

El me dijo, "M. Chiniquy, lo traje aquí porque Ud. me dio un documento que Ud. sabía muy bien no era un acto de sumisión.’ Entonces dijo que no podía aceptar tal sumisión y que hiciera yo otra sumisión suprimiendo las palabras; "conforme a la Palabra de Dios, como la encontramos en el Evangelio de Cristo."

Entonces le contesté, "Señor mío, lo que Ud. me pide no es un acto de sumisión, sino un acto de

adoración y yo se lo rehuso."

"Entonces," dijo él, "si Ud. no puede darme ese acto de sumisión, Ud. no puede por más tiempo ser

sacerdote católico romano.’

Entonces levanté las manos a Dios, y dije, "Sea para siempre bendito el Altísimo Dios," y tomé el

sombrero y dejé al Obispo.

Fui al hotel, a mi cuarto rentado y cerré la puerta. Me caí de rodillas para examinar en la presencia de Dios lo que había hecho. Entonces vi por primera vez con toda claridad que la Iglesia de Roma no podía ser la Iglesia de Cristo. Al fin había aprendido la terrible verdad, no de los labios de los

protestantes, no de sus enemigos, sino de los labios de fa misma Iglesia de Roma. Vi que no podía

permanecer en esa Iglesia a menos que eliminara la Palabra de Dios en un documento formal, la

piedra fundamental de mi sumisión a la autoridad de mi iglesia. Entonces vi que hacia bien al

abandonar la Iglesia de Roma. Pero ¡oh, amigos míos, qué nube tan obscura me sobrevino. En mis

tinieblas yo clamaba, "Dios mío, ¿en dónde está tu Iglesia? ¿A dónde debo ir para ser salvo? Oh, Dios de mi salvación ¿en dónde está tu ley salvadora? Oh, querido Jesús, ¿por qué es que mi alma está rodeada de tan obscura nube?'

Con lágrimas clamaba a Dios que me mostrara el camino por el cual debería ir para ser salvo; pero por un tiempo, no se me concedió respuesta.’ ¡Yo había abandonado a la Iglesia de Roma; había

renunciado mi puesto, mi honor, a mis hermanos y hermanas, todo lo que era amado de mi! Vi que el Papa, los obispos y los sacerdotes me atacarían en la prensa, en el pulpito y en el terrible

confesionario, donde atacan al hombre de tal manera que uno no sabe de dónde viene el golpe. Vi que ellos me quitarían el nombre, la honra y aún quizá la vida. Vi que una guerra a muerte iba a principiar entre la Iglesia de Roma y yo, y esperaba ver si habían quedado alguno; amigos que viniesen en mi ayuda para librar la batalla, pero no quedaba ni un solo amigo. Vi que aun mis amigos más queridos estaban comprometidos a maldecirme y a mirarme como un infame traidor. Vi que mi gente me rechazaría, mi amada patria donde yo tenia tantos amigos me maldeciría y que yo había venido a ser un objeto de horror en el mundo.

Entonces traté de recordar si yo tenía algún amigo entre los protestantes, pero como yo había hablado y escrito en contra de los protestantes toda mi vida, allí no tenia ni un solo amigo. Vi que había sido abandonado para pelear la batalla contra Roma. Esto era mucho, y en aquella terrible hora si Dios no me hubiera hecho un milagro, habría quedado convertido en cadáver. La vida me vino a ser una carga tal que sentí no poder llevarla por más tiempo. Mi mente se turbaba, y me parecía imposible salir de aquel cuarto al frío mundo donde no encontraría una mano que estrechar o una sola cara sonriente que me mirara. Me parecía imposible salir de aquel cuarto al frío mundo en donde escucharía la maldición de millones, y donde, ya sea que mirara al este o al oeste, al sur o al norte, vería sólo a los que me llamarían infame traidor.

Me parecía que Dios estaba muy lejos de mi, pero El se encontraba cerca. De pronto vino a mi mente este pensamiento, "Tú tienes contigo tú Evangelio, léelo, y encontrarás luz." Sobre mis rodillas, y con una mano trémula, abrí el libro; no yo sino mi Dios lo abrió, pues mis ojos cayeron sobre I Corintios 7:23, "Comprados sois por precio: no os hagáis siervos de los hombres."

Con estas palabras me vino la luz y por primera vez vi el gran misterio de la salvación tanto como el

hombre puede verlo y me dije, "Jesús me compró: entonces, si Jesús me ha comprado, ¡El me ha salvado y yo soy salvo! ¡Jesús es mi Dios, todas las obras de Dios son perfectas! Yo estoy, por tanto, perfectamente salvado: Jesús no pudiera haberme salvado sólo a medias. ¿Pero cuál es el precio que El pagó?" Y la respuesta vino tan repentina como un relámpago, "¡La sangre del Cordero derramada en la Cruz: la vida de Jesús dada en el Calvario me ha salvado!" Y con llanto y lágrimas de gozo yo me dije, "Oh, soy salvo por la muerte de Jesús." Y aquellas palabras me eran tan dulces que sentía un gozo inefable, como si las fuentes de la vida se hubieran abierto y avenidas de nueva luz hubieran fluido sobre mi alma. Con gozo inexplicable me dije, "No soy salvo, como creía, por el hecho de ir a María; no soy salvo por el purgatorio, o por las indulgencias, confesiones y penitencias. Soy salvo sólo por Jesús" Y todas las falsas doctrinas de Roma huyeron de mi mente como cae una torre que es golpeada en su base.

Entonces sentí tal gozo, tal paz, que los ángeles de Dios no podían ser más felices que yo. Con un

grito de gozo, dije, "i0h, querido Jesús, yo lo siento, yo lo sé. Tú me has salvado! ¡Oh, Don de Dios, yo Te acepto, toma mi corazón y guárdalo para siempre como tuyo! ¡Don de Dios, adorable Jesús, yo Te acepto, sí, yo Te amaré hoy, mañana y para siempre! ¡Don de Dios, habita en mí para hacerme puro y fuerte, habita en mí para ser mi camino, mi luz y mi vida: concédeme habitar en Tí ahora y para siempre! Pero, querido Jesús, no me salves a mi solo; salva también a mi gente, concédeme mostrarles también el Don! ¡Oh, que ellos acepten el Don, y se sientan ricos y felices como yo me siento ahora!"

Fue así como encontré el Don inefable; fue de este modo cómo encontré la luz y el gran misterio de

nuestra salvación, que es tan sencilla y tan hermosa, tan sublime y tan grande. Yo había abierto las

manos del alma y había aceptado el Don. Yo era rico en el Don. Me sentía salvo en el Don. Estaba

seguro como lo estoy ahora, que Jesús no podía venir a engañarme. La salvación, amigos míos, es un don. No tuve ninguna otra cosa que hacer que aceptarla, amarla y amar al Dador. Oprimí mi Evangelio con los labios y lo bañé con lágrimas de gozo, y juré que no predicaría otra cosa sino a Jesús.

Llegué en medio de la gente de mi Colonia el domingo por la mañana. Toda la gente estaba

sumamente excitada, y corría hacia mi y me preguntaba las nuevas que llevaba. Cuando se hubieron reunidos en la inmensa iglesia, que los católicos romanos quemaron más tarde, yo les presenté el Don inefable. Pensé al principio que se volverían en contra de mí para echarme fuera. Les mostré lo que Dios me había presentado, a su Hijo Jesús como un Don, y por Jesús El me había enviado el perdón de mis pecados y la vida eterna como un don. No sabiendo si ellos aceptarían el don o no, les dije, "Es ahora tiempo de que me vaya de vosotros, amigos míos. He abandonado la Iglesia de Roma para siempre. He tomado el don de Cristo, pero os respeto lo suficiente para no imponerme; si creéis que es mejor seguir al Papa que seguir a Cristo, e invocar al nombre de María que invocar al nombre de Cristo para ser salvos, decídmelo, poniéndoos de pie."

Para mi sorpresa, toda la multitud permaneció en sus asientos, llenando la iglesia de sollozos y de

lágrimas. Pensé que alguno de ellos me diría que me saliera, pero ninguno lo hizo. Y observándolos, vi un cambio que se operaba en ellos, un cambio maravilloso, que no podía explicarse por las leyes naturales, y yo les dije con un grito de gozo:

"El Dios poderoso que me salvó a mi ayer, os puede salvar hoy. Cruzaréis conmigo el Mar Rojo y

entraréis a la Tierra Prometida. Aceptaréis conmigo el gran Don, seréis felices y ricos en el Don. Os

pondré la misma pregunta en otra forma: ¡Si pensáis que es mejor par a vosotros seguir a Cristo que al Papa, invocar al nombre de Jesús solamente, si pensáis que es mejor poner vuestra confianza, durante vuestra vida, sólo en la sangre del Cordero derramada por vosotros en la Cruz, y si creéis que es mejor para vosotros tenerme pata que os predique el puro Evangelio de Cristo, que tener un sacerdote que os predique las doctrinas de Roma, decídmelo, levantándoos, y yo seré vuestro pastor"

Y todos sin una sola excepción, se pusieron de pie, y con lágrimas de gozo, me pidieron que

permaneciera con ellos.

El Don, el grande, el inefable Don, por vez primera había venido delante de sus ojos en su hermosura; ellos lo habían encontrado precioso: lo habían aceptado; y no hay palabras que puedan explicar el gozo de las multitudes. Como yo mismo, ellos se sintieron ricos y felices con el Don. Los nombres de mil almas, yo calculo, fueron escritos en el Libro de la Vida aquel día. Seis meses más tarde éramos dos mil convertidos; un ano después éramos como cuatro mil, y ahora somos cerca de veinte y cinco mil que hemos lavado nuestra ropa en la sangre del Cordero.

La noticia se esparció, tan rápida como un rayo por toda la América, y aún en Francia e Inglaterra, que Chiniquy, el sacerdote más conocido del Canadá, había abandonado la Iglesia de Roma encabezando un grupo noble de hombres. Y dondequiera que se decía esto, se alababa el Nombre de Jesús. Espero que vosotros bendeciréis al misericordioso y adorable Salvador cuando quiera que sea mi privilegio contar lo que El ha hecho por mi alma.